Comer es un acto que nos acompaña desde que nacemos. Comemos cada día para nutrirnos pero también para celebrar, negociar, o incluso para compensar carencias afectivas.
Es un hecho: nuestra alimentación incide en nuestro bienestar físico y emocional. Subestimarla sería renegar de nuestro instinto y de un valor que va más allá del hecho de ingerir simples nutrientes: hidratos de carbono, lípidos, proteínas, fibra, vitaminas… son meras sustancias que se pueden conjugar armónicamente en tu plato para beneficiar tu salud, aunque para ello, es importante saber el “cómo” y el “porqué”.